Desde que empecé a elegir mi ropa, allá por la controvertida adolescencia (mi madre retrotraerá esa decisión hasta mi nacimiento), siempre ha habido en mi ropero un peto vaquero. Recuerdo perfectamente cómo fue cada uno de los habidos en mi historia, porque tampoco son tantos, que menda es de hacer museo del vestuario (el actualmente en uso va para las 12 primaveras)
Tiene efectos terapéuticos esta prenda en su versión clásica. Yo acostumbro a tirar de ella los lunes, por ejemplo, y desde hace más de 20 años que no me falla como aliada. Lunes: ese día cuando el cuerpo, en la memoria inmediata el buen gusto del fin de semana, se despierta remolón para encarar las obligaciones de la rutina. No hay mejor aliado que este protagonista textil de hoy para repanchingarse una contra calendario, en la silla de la oficina y en tu interior.
Prenda cómoda como ninguna, por cuanto que amplia y anti-preturas. Y, además, molona (vale que es cuestión de gustos) y multi-estilo. Libertad: se siente.