De chorro del hogar a punto en la ruta del encanto rural pasando por imán agreste para una niña en bicicleta
Vacaciones. Se acabó el cole. ¡Al pueblo! Quien no ha tenido un pueblo en su infancia ¿ha tenido infancia? Prao para esparcer y otros verdes compañeros, la pandilla de retoños de oriundos emigrados que retorna en verano, ¡los primos!…. Y una bicicleta. Con bici en tu pueblo eras el rey o la reina del mambo: ¡los caminos por montera! A descubrir y coleguear.
Y la fuente. Allí abajo, enfrente de la casa familiar, bajando un camino sin asfaltar. Atracción agreste, imán. Los tragos allí saben mejor que el vaso de agua que se pide al adulto en la cocina. Porque incluye paseo, parafernalia, encuentro e implica imaginación. Allí bajaban mi padre y mis tíos a cargar los cubos para el aseo y la intendencia doméstica cuando el agua no salía alegremente del grifo de casa. Y no hace tanto de eso.
La fuente, testigo de amistades, primeros amores, muro de pensamientos.
La fuente de Sebreñu, Ribadesella, frente a El Cantilar. Remozada y flamante, como hace muy pocos años una persona querida ideó. Inaugurada con honores por la máxima autoridad del concejo, su alcaldesa. Los viejos y los nuevos vecinos y sus descendientes reunidos un mediodía al sol haciéndoles agasajos a los chorros y su carcasa de piedra.

Los vecinos atienden a las palabras de la alcaldesa de Ribadesella durante la inaguración de la fuente de Sebreñu.
Sed de generaciones saciada. Hoy un punto más en la ruta del encanto rural.
Sin comentarios