Ni las negras ni las moradas. Las ovejas chungas son las rojas. Lejos de ahogarse en su propio veneno, saben echarlo muy bien hacia fuera y causar indignación, queme, impotencia y dolor, por este orden riguroso, allá donde meten sus pezuñonas
Qué complicado es cuando el diablo te pincha con la tridente (repetidas veces y en las partes altas y bajas) dominar los instintos. Esas máximas de «no hay mejor desprecio que no hacer aprecio», «no te rebajes a su nivel», «no le entres al trapo, que es lo que desea» se tornan difíciles de aplicar en esa tesitura.
Siempre he tenido claro que, cuando una mala persona quiere hacer el mal, no hay forma de impedírselo. Si un tío quiere entrar allá donde sea con una pistola y causar una carnicería, no hay política de seguridad ni policía ni mucho menos concepto sobrehumano (justicia, ética, moral) que lo impida. Es muy fácil hacer el mal. En el mundo grande, en el mundo pequeño; en la política, en la empresa. En la familia.

Engendro híbrido de demonio y oveja roja.